Andamos con la mirada clavada en el suelo. Rodeados de cobardía avanzamos como si no nos importara absolutamente nada. Si hay algo superior a nosotros, no nos va a ayudar. La idea es sencilla, funcionamos con la fórmula fundamental de echarle la culpa a otro. Por cada error que cometemos formulamos una excusa. Nada va a parar los males de este mundo sino lo hacemos nosotros. Y de verdad que me gustaría llevarme toda la culpa de este mundo, todo ese dolor que se clava tan dentro de ti que termina acechándote cada noche. Parar el sufrimiento de todos aquellos corazones que se estancan en los recuerdos. Darle a este mundo un nuevo Edén para poder empezar de cero. Donde nadie juzgue y no por el miedo a ser juzgados, sino porque hayan arrancado las malas hierbas de la discordia, y queden solo la empatía y la compasión como ese gran árbol de manzanas en ese inmenso jardín.