El cajón de la vida.

Y es que se trata de reírse de los problemas, de dejar de llorar las penas, de sonreír ante el más mínimo problema.
De querer a los que están cerca, de sonreírles a los que están lejos.
De contar chistes malos una noche con amigas, ver películas de miedo, comer pasteles y helados mientras podamos.
Se trata de ser uno mismo, olvidarse de los demás, no pensar en el qué dirán.
De luchar por cambiar lo que es feo, vencer los propios miedos, volver a ver videos viejos.
Se trata de estudiar para vivir, no vivir para estudiar.
De enterrar pasados, vivir presentes y esperar futuros. De vivir despacio, sin prisas, sabiendo que todo llega en su momento.
Se trata de ver lo invisible, descubrir, soñar, y cumplir.
De amar, romper moldes, marchar y empezar. De hacer locuras, hacerse el loco, comerse el mundo e impedir que sea él quien te coma.
Repartir aquello de lo que hemos sido dotados, tanto virtudes como defectos, sin temor a ser rechazados.
Levantar la cabeza y reírse de nosotros mismos. En saber que en los más mínimos detalles están los momentos más grandes.
Creer que la ilusión no es sólo cuestión de niños, y que llorar no es solo de tristeza.
Tener en cuenta que la risa es la mejor medicina, que produce placer.
Se trata de tener sentido del humor y reírse de las cosas más estúpidas.
Eliminar lo supérfluo en nuestra vida, ya sean personas, cosas o emociones.
Se trata de coger las riendas de la vida, ser dueño de lo mío, compartir lo que quiero compartir y callar lo que quiero guardar.
Se trata de hacer lo que queremos, seguir nuestro instinto, sonreír siempre, soñar menos y vivir más.