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iberia

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Estrellas en forma de respuesta.

Aquellas pequeñas lucecitas encendidas que iluminan escasamente el cielo nocturno, que, junto a la luna, forman la más impresionante reproducción cinematográfica sobre la gran bóveda terrestre. 
A todos nos impacta, nos asombra creer que puede existir algo tan bello en tan fiero mundo. Y realmente es increíble. 
El universo es algo desconocido, está lleno de sorpresas que la ciencia debe descubrir. Lleno de misterios y secretos que llevan a muchas y a ninguna parte. Está repleto de respuestas a algunas preguntas, pero también formula preguntas a algunas respuestas del hombre. 
¿Pueden conceder deseos las estrellas? Sí, puedo responder que sí con la irracionalidad de un niño, con la inocencia de un infante. Conozco a dos que sí lo creen. Sobre las once de una noche veraniega, cuando las estrellas alcanzan su más preciado resplandor, dos niños de unos cinco años cerraban fuertemente los ojos, apretaban con energía sus dientes y con las manos intensamente estrechadas; pedían en silencio sus deseos. Quizás era una muñeca o un coche de fórmula 1, quién sabe. Deseo que se dice, deseo que no se cumple. 
Yo miraba admirada su gran convicción sobre aquello, no pensé nunca en eso, y si lo hice, no lo recuerdo. Ahora, tan solo les pregunto, puede sonar a locura, pero cuando necesito respuestas y nada ni nadie es capaz de darme una razonable, creo que me caerán del cielo. Obviamente, metafóricamente hablando. 
Las estrellas son astros fluctuantes que vistas desde la tierra parecen estar muy cerca las unas de las otras cuando, en realidad, están muy alejadas. Eso es ciencia, es razón. 
A día de hoy, sé que las estrellas no conceden deseos, todas las respuestas se encuentran en uno mismo, en nuestra mente y, quizás, en nuestro corazón. 

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