Me encantaría ser fría. Correcta. Distante. Tener un carácter que pasase desapercibido, muchísimo más pausado, menos loco. Me encantaría no tardar tanto en darme cuenta. Ser bastante observadora, más lejana. Pero es imposible. Yo no paso desapercibida, soy cabezota, inconsciente e inmadura como la que más. No me pienso las cosas ni media centésima de segundo y me guío demasiado por las apariencias.
Para algunos, las reglas son más importantes que las personas. Y cuando eso pasa, cuando no hay excepciones, la única deducción posible es que tú fuiste demasiado. A pesar de la intimidad, a pesar de todas las horas de todos los días de todos los años. A pesar de las risas, de la excitación, de la tensión y de todas las palabras.
Debí decir menos o no decir nada. Pero no valgo para eso.
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